Recuerda que estas novelas ficticias están escritas dentro de este apartado:
Lo que tiene la política del miedo en la que si le llevas la
contraria al Master & Commander estás despedido es que una división de
1.000 o 2.000 personas se convierte en una entidad con 1 solo cerebro. Sólo se
permite que un cerebro piense. A ningún otro se le permite que aporte nada. Es
alto el riesgo de que degenere en una cultura del peloteo como en aquella
escena de Pretty Woman, “Además de guapo es usted inteligente Don Master &
Commander”.
Tanto la primera capa de gerencia como varias capas de
mandos intermedios por debajo saben que están haciendo las cosas mal. “¿Y qué
quieres que haga, si sabes que tengo hijos e hipoteca?”. “No, si ya. Si yo te entiendo”.
A nadie le importa ya nada. Pasa un pedido incompleto por 15
personas, ni una menos. Y ninguna se da cuenta y si se da cuenta se calla, de
que el pedido está incompleto. Y es cuando llega al cliente y ve que el equipo
está incompleto que nos saca los colores. ¿Y ahora quien paga el material que
falta? ¿Y a quién le importa? Total si me mantengo aquí sin hacer mucho ruido
pasaré desapercibido, no sea que si levanto la mano y digo algo ya sea de viva
voz o por mail se me ponga la etiqueta de conflictivo. Quita, quita.
Hay alguno que venimos de un cultura en la que hasta hace
bien poco tu voz era bienvenida a todos los niveles, desde tu mando
inmediatamente superior hasta tu director general. Esta claro, que luego tu director
general no tiene porque aceptar esa opinión tuya y ejecutarla, pero siempre la
daban por buena, por bienvenida y quedaban agradecidos por tu implicación y
participación si veías que algo no funcionaba bien y lo reportabas. Era
evidente que no tuvieses una visión global y no entendieses por qué se hacía
algo así o asao, pero ya que habías mostrado esa inquietud te podían explicar
las motivaciones de esa decisión, que siempre servían para hacer equipo y
entender otras variables que tu no conocías de ese problema en cuestión.
También se daban casos en que te pedían tu opinión antes de
venir con hechos consumados. “Oye, estamos pensando tomar esta decisión, ¿tú
qué piensas?” A ti a un pobre piltrafilla que ni siquiera va al gimnasio. Da
igual de qué se trate el asunto, como si es de cambiarse de planta y cambiar de
mesa. Si todo da un poquito igual, pero no entra de la misma manera algo en lo
que han contado contigo, te han compartido el problema y has participado en la
solución final, que algo que te llega impuesto, pues muy bien. El nivel de
implicación cambia de la noche al día.
En el status quo actual, ssshhhhh! No se te ocurra dar tu
opinión, que a los conflictivos los desasignan y despiden. Como en el cuadro de Goya con Saturno
devorando a sus hijos. “Pero hijo mío, entiéndelo, si me duele a mí más que a
ti”.
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